Astrid Cereceres
La resistencia bacteriana a antibióticos, ¿Nos tiene rodeados?
Por Astrid Cereceres
Desde hace más de 70 años, los antibióticos han sido el remedio por excelencia contra las infecciones bacterianas que causan diversas enfermedades, salvando millones de vidas, sin embargo, con el tiempo las bacterias han desarrollado resistencia a los mismos, lo cual se puede describir como la capacidad de supervivencia en concentraciones de antibiótico que pueden inhibir o matar a otras bacterias de la misma especie (Alós, 2015). Esta situación ha ido aumentando exponencialmente en las últimas décadas, hecho que desde 1945, en su discurso del Premio Nobel de medicina por el descubrimiento de la penicilina, Alexander Fleming advirtió diciendo que las bacterias podrían volverse resistentes a estos notables medicamentos. A pesar de que el desarrollo de la resistencia es un proceso evolutivo natural para los microorganismos, este se ve acelerado por la presión selectiva que ejerce el uso generalizado y desmedido de antibióticos (Fukuda, 2014). Por lo tanto, se generan cepas resistentes que pueden proliferar y alcanzar lugares donde no se llevan a cabo las medidas de prevención y control de infecciones, incrementando de manera acelerada la presencia de enfermedades causadas por estos microorganismos multirresistentes (Camou et al., 2017). Así que se pueden considerar un problema emergente este tipo de infecciones, debido a que su tratamiento es más limitado y poseen el potencial de afectar a las personas en todo el mundo.

Alexander Fleming, médico y científico británico
Aunque el entorno clínico es un generador notable de resistencia bacteriana, también las fuentes ambientales representan una importante causa de la farmacorresistencia. Cada vez hay más ensayos que involucran a los genes de resistencia en bacterias ambientales como el principal reservorio para la resistencia de patógenos que infectan a los seres humanos, a pesar de que ambas comunidades poseen distintos genes de resistencia. Se han encontrado en lugares que estuvieron aislados del exterior por al menos 4 millones de años diversas bacterias resistentes a múltiples antibióticos comerciales, también se han hallado en ADN bacteriano de hace 30,000 años genes de resistencia a antibióticos de la familia de los betalactámicos (como la penicilina) y a antibióticos como la tetraciclina y vancomicina, los cuales pueden ser transmitidos por medio del intercambio horizontal (cuando un organismo obtiene material genético de otra célula que no es su progenitora), como ha ocurrido durante millones de años (Alós, 2015).
Por otro lado, de manera reciente se han reconocido a la industria ganadera, la acuicultura y al tratamiento de aguas residuales de hospitales, municipios, la industria farmacéutica y la agricultura como fuentes de exposición ambiental a los antibióticos y a los GRAs (genes de resistencia antibiótica), ya que el abuso de antibióticos en el ganado y los peces generan un depósito de microorganismos resistentes y GRAs que pueden propagarse a la población humana, asimismo el uso extenso de estos fármacos conduce a una gran cantidad de antibióticos en las deposiciones humanas, liberándose en las plantas de tratamiento de aguas residuales donde ejercen presión selectiva sobre las bacterias del medio ambiente para adquirir estos GRAs, debido a que las plantas de tratamiento tradicionales no están diseñadas para eliminar estos fármacos y genes (Rocha, 2015).

Figura 1. Flujo de determinantes de resistencia a antibióticos entre los de los diferentes reservorios. En azul se indican los puntos donde se administran antibióticos. (http://www.effort-against-amr.eu/)
La resistencia bacteriana a antibióticos es una realidad que nos rodea, por el hecho de que es un acontecimiento evolutivo inherente en los microorganismos, y que junto al acrecentamiento de la presión selectiva generada por el uso desmesurado de los antibióticos nos ha llevado a encontrar en gran medida bacterias con estas características de resistencia en reservorios naturales medioambientales, los cuales al entrar en contacto con patógenos, les confieren esta capacidad complicando de manera crucial el tratamiento de las enfermedades que causan. Por lo tanto es de suma importancia estudiar y comprender nuestro entorno y la repercusión de la actividad antropogénica en el medio ambiente para con los microorganismos, e igualmente implementar medidas para controlar las fuentes de resistencia, de lo contrario nos podemos encaminar a padecer las infecciones bacterianas como era antes de que se descubrieran los antibióticos, valiéndonos únicamente del sistema inmunológico.
Bibliografía
➔ Alós, J. (2015). Resistencia bacteriana a los antibióticos: una crisis global. Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica, vol. 3(10): 692-699. DOI: 10.1016/j.eimc.2014.10.004
➔ Camou, T., Zunino, P. y Hortal, M. (2017). Alarma por la resistencia a antimicrobianos: situación actual y desafíos. Rev Méd Urug, vol. 33(4): 277-284.
➔ Fukuda, K. (2014). Antimicrobial resistance: global report on surveillance. World Health Organization. Recuperado de: https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/112642/97?sequence=1
➔ Rocha, C., Reynolds, N. y Simons, M. (2015). Resistencia emergente a los antibióticos: una amenaza global y un problema crítico en el cuidado de la salud. Rev Peru Med Exp Salud Publica, vol. 32(1):139-45.